MARCANDO LA DIFERENCIA
Las neurociencias, en específico la neuropsicología, estudia la relación entre el desarrollo del sistema nervioso y la conducta. Incorporar la neuropsicología al deporte, implica tener una mirada más amplia e integrada sobre la conducta, en este caso la conducta deportiva que integra variables motoras, sensoriales, emocionales, sociales y cognitivas.
Contemplar únicamente las habilidades técnico y tácticas de un deportista, a la hora de “cazar talentos” podría decirse que no es suficiente. Tampoco lo es atender a estas variables para desarrollar planes de entrenamiento. La comprensión profunda de la integración de todas estas variables nos permite acercarnos a responder a la pregunta que nos hicimos en el último artículo: Neymar, ¿Intuye o decide?, ¿qué complejo conjunto de experiencias y habilidades sostienen la intuición?
Las respuestas comienzan a delinearse en la comunidad científica que se avoca a comprender la relación entre un grupo especial de habilidades cognitivas, la performance y la inteligencia de juego de jugadores de elite. Nos proponen atender al rol esencial que cumplen las “Funciones Ejecutivas”, una serie de mecanismos innatos que nos permiten regular nuestra conducta haciendo una rápida lectura de juego y reorientando creativa y velozmente las respuestas.
Se debería tener en consideración algunos aspectos neuropsicológicos del deportista, por ejemplo, el desarrollo de sus funciones ejecutivas.
Inhibición comportamental, flexibilidad y memoria de trabajo, son tres dimensiones de las funciones ejecutivas que trabajan de manera integrada para dar base a la creatividad y a lo que muchas veces llamamos intuición deportiva.
En deportes de equipo estas habilidades sostienen la posibilidad de, bajo presión, procesar una gran cantidad de información en un corto período de tiempo, integrarla con experiencias de juego ya almacenadas y combinar estas representaciones de manera creativa para dar origen a una toma de decisión original y precisa a una alta velocidad.
Esto es posible gracias a una rápida alternancia en la selección de información, capacidad para filtrar todo lo irrelevante y la comparación subconsciente e instantánea entre la situación de juego actual y situaciones análogas almacenadas en la memoria de experiencias pasadas.
Estos mecanismos son indispensables para poder combinar representaciones mentales y dar origen a una respuesta original y novedosa. Resulta muy interesante valorar la relación entre la actualización permanente de información visoespacial almacenada en la memoria de trabajo y las experiencias aprendidas (respuestas más automáticas). Todo parecería indicar que los jugadores capaces de dar respuestas más creativas y con mayor nivel de eficacia son quienes pueden combinar ambos factores.
Estos procesos funcionan absolutamente interconectados, y en la misma conceptualización de cada uno de ellos se necesitan mutuamente y se solapan. Son muchas variables que se combinan y todo parecería indicar que hay un componente innato muy condicionante en el desarrollo de estas habilidades; que se combina con la influencia contextual.
Los procesos de control inhibitorio, flexibilidad cognitiva y memoria de trabajo representan las funciones ejecutivas más operativas y se van desarrollando paulatinamente a lo largo de la vida de un niño. Sobre estas se consolidarán funciones más complejas como la planificación, el pensamiento estratégico y la creatividad. No se describe aún una edad de maduración exacta ni las precisas condiciones bajo las cuales se da esa madurez; no obstante, se ha reportado que alrededor de los 16 años la mayor parte de los componentes ejecutivos se encuentran encaminados.
Es conocido el escenario donde un deportista con 12 años de edad es reclutado porque exhibe grandes habilidades en comparación con otros niños de su edad, y que coincide con las posibles habilidades que debería tener un jugador en el campo de juego. Luego es introducido paulatinamente en entrenamientos y competencias. Pero resulta que al cabo de unos pocos años, los jóvenes de su edad empiezan a igualar las habilidades de este deportista e incluso superarlas. ¿Qué pudo haber pasado? Es la pregunta lógica. Puede haber múltiples respuestas. Consideraremos en esta oportunidad solo una. Podría ser que, al momento de ser reclutado las habilidades deportivas del niño de 12 años, superaran a sus compañeros en factores como la velocidad, la fuerza, el físico, y destrezas técnicas. Pero al pasar el tiempo estos factores son fácilmente modificables. Los demás niños pueden volverse mas fuertes, más ágiles, veloces, y desarrollar habilidades técnicas similares. Pero, además, pueden haber variaciones en el desarrollo de su cortex prefrontal, donde se alojan las funciones ejecutivas. Evaluar el desarrollo de estas funciones se vuelve una herramienta muy poderosa a la hora de realizar el scouting o reclutamiento de jugadores.
No podemos pensar en entrenamientos que estimulen de forma aislada funciones o mecanismos que de por sí actúan de manera orquestada. Sería muy complejo pretender aislar estos mecanismos. Para introducir algunos factores neuropsicológicos en los modelos del entrenamiento deportivo, se podrían seguir las siguientes recomendaciones generales:
- Hacer un análisis de las necesidad, en términos de habilidades cognitivas, que se necesitan en cada acción de juego, o para responder a la consigna deportiva. Considerando incluso las particularidades de cada puesto. Y comunicarlo explícitamente.
- Como entrenadores, plantear estrategias de juego que tengan en consideración las fortalezas y debilidades en funciones ejecutivas de sus jugadores.
- Fomentar en los entrenamientos una practica variable o “random”; que combinen diferentes alternativas de solución. Procurando potenciar en los jugadores una adecuada y rápida lectura del contexto para entrenar la toma de decisiones.
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